sábado, 20 de julio de 2019

La llegada a la luna

Imagen de Aquí

Era muy pequeña, y tan tarde, que teníamos prohibido asomarnos por una puerta que separaba el comedor de un dormitorio.  Cuatro hermanos mirábamos por la zona de un vidrio que habíamos retirado de pintura blanca. Casi que por turnos, ya que el espacio de vigilancia era pequeño. Nos había servido para ver teatro nocturno, al menos a mí. A mis hermanas tal vez otras cosas.

Mi imaginación me decía sí que no podía ser, pero los conocimientos de mis hermanos mayores lo pusieron en duda. Se han repetido hasta la saciedad las posibles conspiraciones para que pareciera verdad sin serlo. Yo no tuve dudas, pero no por ser una científica, ni de niña, ni ahora, sino porque me parecía un pequeño paso importante. Si no lo creen, miren lo que yo vi por una de las dos cadenas que existían en esa España de blanco y negro.


Tras ver tan poquita cosa, me retiré a dormir. Una monja nos comunicaba, al día siguiente, tal hazaña, y nos aconsejaba no olvidar esas imágenes. Yo no las olvidé, pero sentí que tenía sueño todo el día por unos minutitos en blanco y negro que dudo que entendiera hasta pasados muchos años.