viernes, 14 de junio de 2019

La guerra de Cuba y sus cosas

Tomada de ABC


Bien es sabido que España, durante el siglo XIX, había seguido siendo una potencia colonial. Su monarquía era reticente a conceder algún tipo de autonomía a sus territorios de la América Española. Los nativos, como es natural, incrementaron sus deseos de independencia.

El llamado Grito de Baire había iniciado, en 1868, la guerra por la independencia de Cuba, que, con intervalos de paz, terminó en derrota para España, cuando entró en el conflicto Estados Unidos.



A Cuba, en 1895, se enviaron unos trescientos mil soldados para luchar contra el partido revolucionario de José Martí, pero en la noche del 15 de febrero de 1898, una explosión iluminaba el puerto de La Habana. El acorazado "Maine", de USA, había sido alcanzado. Se servía en bandeja la excusa para declarar la guerra a España dos meses más tarde. Estados Unidos tenía mejor armamento, así que, tras unas cuantas batallas, desiguales, si bien los españoles defendieron con bravura sus posiciones, en agosto del mismo año se firmaba un tratado de paz entre los dos países, y a partir de esa fecha los soldados españoles empezaron a ser repatriados.

Según el Ministerio de Defensa de España, hay constancia del regreso de ciento cuarenta y seis mil seiscientos ochenta y tres. El traslado de los repatriados desde Cuba hasta la península resultó muy penoso, al extremo de que la mitad de los que llegaron, a Cádiz en este caso, en el vapor “Monserrat”, estaban enfermos de gravedad, a lo que habría que sumar los casi cien muertos durante la travesía


Vigo era otra ciudad elegida para recibirlos, por su puerto, y por su lazareto de San Simón, y que adaptó los almacenes del puerto para albergar a las tropas. También se amplió el hospital y se habilitó parte del cuartel del castillo de San Sebastián. Su puerto acogió a buques como el "Isla de Luzón", "Villaverde”, o "San Francisco", que fueron conocidos y nombrados por la gente como como los “barcos de la muerte”, ya que los soldados repatriados llegaban en condiciones pésimas. Muchos ya habían muerto en la travesía, por paludismo u otras enfermedades, amén de los heridos por arma, pocos. El primer buque en llegar, el 28 de agosto, fue el “Isla de Luzón", con dos mil soldados de tropa y más de un centenar de oficiales.

El lugar fue acordonado y vigilado por soldados del Regimiento Murcia, procediéndose a separar los débiles, pero sanos, de los enfermos. Tanto era el desbarajuste, que el diario El faro de Vigo,  hizo un llamamiento a los vigueses para que se hicieran cargo de los derrotados que no eran contagiosos. Esa ciudad se volcó en ayudarles y la Cruz Roja fue de gran ayuda, estando en los muelles proporcionándoles los primeros auxilios y bebidas calientes. Los que fallecían se enterraron en el cementerio de Peiró, recién estrenado. En 1906 se levantó allí un mausoleo en homenaje a esos soldados, con la figura de uno de ellos abrazado a la bandera que defendieron

En la guerra de Cuba (1895-1898) dejaron la vida unos 2.500 extremeños, si bien las bajas eran, en el noventa por ciento de los casos, por enfermedades. Las hostilidades habían cesado en agosto, pero habría que esperar hasta que se firmara el Tratado de París, por el que España perdía Cuba, Filipinas y Puerto Rico, para poder repatriar a todos. Más de 8.000 extremeños, entre soldados de reemplazo y voluntarios, participaron en ella, según Manuel Antonio García Ramos, un militar retirado que estudia el tema desde el 2007. Este exmilitar publicaba un libro en libro en 2013, que concluye con el nombre de cada fallecido, su lugar de nacimiento y muerte, y la causa de ésta. El Regimiento Castilla número 16, desde Badajoz, envió a 1.703 expedicionarios. De hecho fueron a Cuba los “desheredados de la vida", según García Ramos, ya que las familias que podían, libraban a sus hijos del servicio militar de ultramar por 2.000 pesetas.  Ese batallón salió de Badajoz en noviembre de 1895 y fueron embarcados en un vapor, el “Ciudad de Cádiz”.

Los nativos eran un enemigo adaptado al terreno y al clima tropical, curtidos en evitar el enfrentamiento directo, mientras el sistema de reclutamiento de España llevaba a soldados muy jóvenes y con mínima preparación o experiencia. Mal comidos, en clima ajeno, más de mil extremeños murieron por vómito negro o fiebre amarilla. De apariencia débil, aguantaban las marchas bajo el sol abrasador mejor que sus compañeros. Algunos fueron condecorados por el Sitio de Cascorro

El regreso fue un calvario, ya que, desperdigados por puertos muy alejados a Extremadura, algunos ni siquiera llegaron a su casa. Una vez en casa, los soldados se presentaban en su oficina de reclutamiento. Los que no aceptaban la liquidación a la baja, de cinco pesetas por mes de servicio, tardaron en cobrar hasta treinta años. Badajoz recaudó 6.600 pesetas con un festejo benéfico con los toreros Machaquito y Lagartijo para estos derrotados a quien nadie quería.

El socorro de Plasencia a los 400 maltrechos soldados que llegaron en un tren procedente de Vigo,  le valió el título de "Muy Benéfica", otorgado por la reina regente María Cristina, y lo notable es que se acercaran a la estación cuando el tren estaba repleto de sucios, famélicos, derrotados,  y tal vez enfermos soldados.

Quien lideró esa ayuda, humanitaria y valiente, fue mi bisabuela Isabel la " Cabrera" , de cuya ayuda a esos desheredados, hago un texto en mi otro blog  Creo que sin este contexto, sería difícil de comprender.