Ando mirando el bombardeo de colonias
y hasta rifas para el día de la madre, y
hoy, que aún me falta la mía, echo de menos, ese momento de almanaque que sea
el día de los hijos. Esos seres a quienes de un modo especial todos queremos.
Quizás por ese algo único que lleva el ser madres, y que jamás se jubila en el sentir. Se acrecienta con los años, cuando la vida nos regala el placer
de verles hombres y mujeres de bien. Porque estaría de ser en parte, sí, pero también por el empeño de nuestras manos. Es un gozo llegar a verles, en el mejor de
los sentidos, buenas personas, como decía Machado. Quien decía ser, de sí mismo, en mejor de
los sentidos, bueno.
Son a menudo el motivo de seguir
adelante, cuando las marejadas nos azotan por cada costado, dejando la proa sin
rumbo, o en manos de un azar de costa, cuyo faro es invisible en la densa
niebla que nos deja acongojados.
Ellos, los hijos, nos da vida el
verles asomar a su vida, desde el segundo cero del paritorio, en contra de lo
que pueda pensarse. No somos nosotras quien damos el hálito cual soplo que les
despierta al mundo. Son ellos quienes con el primer llanto nos levantan las
fuerzas de un Goliat insospechado. Dormido. Agazapado y fiero que ignorábamos tener guardado en
las entrañas.
Con su belleza nos hacen bellos, con
sus preguntas… curiosos nuevamente, con sus risas…grandes cómicos, y con sus
lágrimas… frágiles.
Con sus manos infantiles, aprendiendo
a andar para atravesar las calles, nos dan los latidos de seguir andando, para
ser ejemplo al menos de algo que puedan dar como válido y valioso, latiente y vivo. Sólido y perdurable.
Esos locos bajitos, que Serrat
cantara, a lomos de esa realidad que les imponemos, nos sacan del carril del
desamparo, en más ocasiones de las que osamos admitir que conocemos.
Mirar hoy los anuncios de la tele, mientras una
foto familiar de tres tesoros me guiña un ojo,
desde el anaquel que permite la única foto de mi casa, me ha llevado a
hablar de esos acicates, para quien el almanaque no reserva un lugar que dé cobijo.
P.D. Espero que la escultura de Jassans les guste tanto como a mí. En especial este post está dedicado a todas las madres que conozco, cuyas vidas giran en torno al bienestar de su prole, sin dejar su vida propia, sino acrecentándola con su llegada. Por todas ellas mi loa a los hijos cual tesoros insondables.
Del amor y el sufrir por los hijos, no nos desprendemos nunca, ni ganas!
ResponderEliminarBonita escultura, me recuerda a Clará.
Un beso.
Me cachis, no había leído tu comentario, perdona. Es una escultura preciosa, de Jassans.
EliminarSí, ser padres es un sufrir por los hijos, que nos acompaña hasta nuestro final, imagino. Un beso